¿QUÉ ES LA REALIDAD?

¿Qué es la realidad?, ¿Qué es esto?. Una pregunta a la vez tan genérica como inevitable para un ser humano puede responderse desde la ciencia o ser convertida en un problema filosófico.

Desde la ciencia nos interrogamos sobre la estructura y el funcionamiento del mundo físico. A lo largo de la historia de la ciencia tras las respuestas que se han dado subyacen distintos modelos generales de lo que pueda ser la naturaleza (cosmovisiones científicas) que se han ido sucediendo y a veces combinando. Se ha concebido al universo como un gran ser vivo donde cada parte tiene su función y una finalidad determinada por el todo; se ha entendido, otras veces, como un gran fractal matemático donde cada parte es una representación a escala del todo y donde todo está atravesado por fuerzas y relaciones de carácter mágico; otras, se ha pensado como una gran máquina donde los engranajes férreamente encadenados siguen un orden preciso y un funcionamiento matemáticamente exacto; para en nuestros días llegar a considerar que la apariencia del mundo que nos rodea depende de nuestro estado de movimiento, es decir, es relativa a este movimiento, y el funcionamiento mismo de la realidad física hace que sea imposible conocer simultáneamente la posición y la velocidad de una partícula según se afirma en el principio de indeterminación de Heisenberg.

Cuando de la realidad se hace un problema filosófico no adentramos en el terreno de una de las disciplinas filosóficas, la metafísica. Aborda ésta el estudio del Ser, no como las ciencias centrándose en un aspecto de él, sino en su máxima generalidad. Se trata de determinar las características generales de todo cuanto existe, ¿qué es lo que hace que lo podamos considerar como real?. Se abre aquí una cuestión metafísica fundamental: ¿en qué medida la realidad es fruto del sujeto o lo es con independencia de él?, es decir, ¿en qué medida la realidad es un producto de nuestra mente?. También analizaremos algunos de los problemas fundamentales de la metafísica occidental que tradicionalmente han girado en torno a tres grandes objetos: el yo o alma (¿tiene algún sentido la existencia?, ¿somos libres?), el mundo como totalidad (¿existe desde siempre o tuvo un inicio?, ¿reina en él el más férreo determinismo o todo es fruto del azar?, ¿es simple o compuesto?, etc.) y Dios (¿existe?, ¿se puede demostrar su existencia?, ¿qué sentido y qué origen tiene plantearse la existencia de Dios?).

¿Se puede llegar a responder de forma definitiva y categórica a estas cuestiones?, ¿Qué sentido tiene hacerse estas preguntas? Tanto en el caso de la perspectiva científica como en el de la filosófica nos cuestionaremos tanto el valor de las respuestas dadas como el de las preguntas formuladas.

Observo una imagen en la que se ve el mar, el cielo azul, la arena escurridiza y varias palmeras, entre esta orilla en la que me sitúo y el horizonte casi infinito. Mis sentidos e imaginación me hacen experimentar un momento que aunque efímero en el tiempo, al instante es infinito y anhelado en mis pensamientos. Los vivos colores de este paisaje son una agradable sensación para mi vista. Los aromas imaginarios son intensificados por el pensamiento, a tal punto que casi se confunden con la realidad: el olor a sal del mar purifica el aire que respiro, un indescriptible olor a vegetal me hace sentir en comunión con la naturaleza conectándome con ella, la blanda arena excita mis sentidos hasta llegar a amar lo natural, buscar lo natural, fundirme en lo natural, ser y sentirme natural.

Este paisaje estático me produce una paz inmensa, paz con la naturaleza y conmigo mismo. Es “una experiencia casi religiosa”. Es como si por medio de este paisaje parcial pudiera conectarme y sentir todos los paisajes habidos y por haber. Me hace sentir omnipresente, no hay nada que no pueda abarcar. La naturaleza me da seguridad, me protege, es como un Dios y soy consciente de que hago parte de ella ¡Soy Dios! Me siento con poderes sobrenaturales concedidos por lo natural. Ahora reflexiono… ¡Que poderosa es la mente en compañía de la imaginación! Me llevan a los lugares más recónditos, me traen a los más claros y contiguos mundos, me sitúan en lo más y en lo menos, me incluyen en la completa perfección, aquella que es tan perfecta que contiene en sí a la misma imperfección, pues nada le falta, pues nada le sobra, todo es como debe ser, todo se siente como debe ser sentido, lo que hace parecer que todo es distinto o diferente, aquello que es subjetivo es a la vez un componente de dicha perfección.

Vuelvo al paisaje, las olas del mar aún están estáticas, omitiendo el cambio como si quisieran mostrarme su verdadera esencia, me alegro y me regocijo de que así sea, así que regreso de nuevo, seguro y confiado a esta otra realidad, pero quedo con el interrogante de lo que se puede desprender de ella a partir de lo pensado y lo imaginado.

La experiencia de dejarnos llevar por la mente y la imaginación, sacando lo diferente de un hecho real, nos aproxima a una dimensión desconocida de la vida donde lo real es lo pensado, en este ámbito, se podría decir que no hay hechos reales independientes de la conciencia. Pero, y la otra realidad, la del paisaje estático, ella existe por sí misma, independiente de si la pienso o la imagino, siempre está ahí, no importa si yo no estoy. Desde esta perspectiva también se podría afirmar que hay hechos reales independientes de la conciencia, ¿la realidad es lo construido por el sujeto o ella es independiente de la conciencia? Podría transitar toda la vida tratando de develar el misterio de la existencia de lo real y probablemente moriré sin encontrar una certeza, eso deja una puerta abierta hacia lo desconocido.

En el hombre pensante, mente y cuerpo están en constante ebullición, la pregunta por el mundo, el hombre mismo, el conocimiento, la vida, la muerte y otras del mismo corte le plantean problemas de difícil solución. Pareciera que la complejidad es el destino perenne, no acabamos de dar un paso hacia adelante cuando el camino se nos alarga y complejiza, vivimos para la pregunta y para la vivencia de lo desconocido. Un simple cuadro que se observa no tanto con los sentidos sino desde el despliegue de la mente y la imaginación me transporta a un estado diferente en el que logro otra mirada de lo real. Pero esta mirada no es la única, podría acceder a muchas miradas del mismo paisaje de la mano de la mente y la imaginación, esto sugiere que lo desconocido siempre estará a la espera de ser develado, experimentado o vivido.

Termino pensando en la naturaleza de lo real, en los alcances de mi cerebro, en la infinidad del cambio de estado de las cosas y en las cosas mismas mientras existen. Sé que lo existente está sujeto a las leyes de la naturaleza, eso es lo que presumimos, pero, también, es cierto que los objetos de conocimiento nunca serán agotados, entonces es posible la existencia de dimensiones de la realidad aún desconocidas. Lo observado y vivido a partir del paisaje estático me deja la sensación de que se puede esperar algo más de la realidad aparente que invade nuestros sentidos."

A un nivel más práctico El Psicólogo Estadounidense John Maxtell, introduce una nueva perspectiva. Según su punto de vista el concepto de realidad entendida como existencia, no tiene sentido sin un punto de referencia, es decir: soporte (universo) referenciado a una mente que lo conceptúa, siempre subjetiva. Es nuestra mente la que proyecta sobre las cosas los conceptos que tenemos de ellas, dando sentido al universo, creando a cada instante la existencia o realidad en la que vivimos.OKK

El tema del ser, de la realidad y la apariencia, parece demasiado abstracto y alejado de los intereses cotidianos. Es el tema filosófico por excelencia, pero también el que ocasiona que la filosofía se considere un conjunto de disquisiciones inútiles y alejados de los intereses vitales y cotidianos. Sin embargo, el que el ser humano se haya planteado cómo son las cosas en realidad, frente a su apariencia, es algo de vital trascendencia para su adaptación al mundo. Es más: es la raíz de esa adaptación, abarcando todo el ámbito de la ciencia y la tecnología. Comencemos por lo más simple: abstrayendo lo común y creando conceptos, el hombre del paleolítico puede reconocer un animal o un fruto como comestible, peligroso, venenoso… aunque sea la primera vez que lo vea, porque ha conocido otros con apariencia similar y le asigna así las cualidades que aún no ha percibido en él. Si ve un león, por ejemplo, sabe que tiene que huir, porque puede devorarle. Sabe que el sol que nace y muere en un día es el mismo que aparece el día siguiente, y sabe que volverá a hacerlo. Va aprendiendo que todos los años habrá primavera y verano, otoño e invierno; que la caza se comportará de un modo similar, que volverá a migrar; que si una semilla se plantó en otoño y creció en primavera otras semillas se comportarán igual…Va aprendiendo que las cosas similares (de las que ya tiene conceptos) se comportan de modo similar, que la naturaleza posee una regularidad. Va así descubriendo sus leyes, desarrollando la ciencia, que le permitirá transformar esa naturaleza. Aprende que la materia (concepto ya bastante abstracto) es materia y puede especular sobre su comportamiento en otras partes del universo. Aprende que la distancia que aparentan las estrellas, incluso su luz, puede no ser “real”. Distinguir entre apariencia y realidad le posibilita desarrollar una ciencia y conocerse a sí mismo como ser que se abre al mundo con sus sentidos tanto como con su razón.