FILOSOFIA Y LOGICA UPT
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Se puede engañar a todo un pueblo durante algun tiempo. Se puede engañar a una parte del pueblo durante todo el tiempo. Pero, lo que no es posible hacer, es engañar a todo el pueblo todo el tiempo...


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pragmatismo

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1pragmatismo Empty pragmatismo Sáb 5 Sep 2015 - 18:21

NICOLAS MACHIAVELLO



Gustavo Torroella

El pragmatismo
Caracterización general
La doctrina filosófica del pragmatismo es –como dice William James– un nombre nuevo para viejos modos de pensar. Sólo que antes de James se usó fragmentariamente y a modo de preludio, y él sistematiza la doctrina y generaliza su misión.
El pragmatismo cree que el hombre es incapaz de captar la esencia íntima de las cosas, que la razón humana es incapaz de resolver los enigmas metafísicos y desvía entonces su atención a los resultados prácticos, vitales de las ideas y creencias. La actitud del pragmatismo es de desprenderse de las primeras cosas, causas, categorías, principios, substancias, y fijarse en los frutos, efectos, resultados prácticos de las ideas. El pragmatismo cree que el pensamiento no tiene por finalidad conocer las verdades metafísicas, sino orientarnos, ajustarnos prósperamente a la realidad. El pensamiento es como una función vital que tiene su papel en la conservación y preservación de la vida. Introduce un nuevo concepto de la verdad. Para el pragmatismo un pensamiento es verdadero cuando es útil y fomentador de la vida. Este pensamiento pragmatista se enmarca dentro de las filosofías de la vida para las cuales la vida humana es el valor cimero, siendo todos los otros valores medíos útiles para el fomento de la vida: la verdad es lo útil y conveniente al hombre; el conocer y el pensar son funciones al servicio de la conservación y promoción de la vida.
Hagamos una objeción inicial a los presupuestos y valoraciones últimas de estas doctrinas vitalistas y pragmáticas.
El fomento de la vida práctica biológica, no puede ser considerado como la finalidad del hombre. Ajustándonos a un riguroso positivismo, la vida humana se presenta como el fenómeno de que ciertas actividades inmanentes al organismo, trascienden de él. «La vida –decía Simmel–consiste en ser más que vida; en ella lo inmanente es un trascender más allá de ella misma».
Ese conjunto de funciones vitales, cuyos productos tienen una consistencia trascendente a la vida, trans-vital, es lo que constituye la vida espiritual. La vida humana pues no es mera zoología o fisiología, sino que también es creación de algo trans-biológico –un poema, un sacrificio, una filosofía–. Es decir, que la vida no tiene un fin inmanente y encerrado en ella misma, no es el valor último al que todos los restantes están subordinados, sino que ella a su vez se convierte en instrumento de realización de los valores espirituales de la bondad, la verdad y la belleza, los que constituyen los fines trascendentes de la vida.
El pensamiento empezó siendo un dócil instrumento de la vida, para el servicio y fomento de ésta; pero el pensamiento ya ha llegado a su mayoría de edad y se puede emancipar de las necesidades prácticas que lo originaron. El hombre comenzó a pensar para poder comer y ha evolucionado hasta el grado en que ya hay hombres que comen solamente para poder pensar.
Está bien fomentar la vida, pero como medio de que brote en ella la flor del espíritu.
El Pragmatismo de William James
El dilema actual de la filosofía
Escribe W. James en su obra «Pragmatismo» que la historia de la filosofía, considerada en grandes líneas, no es sino el choque de los temperamentos humanos, es decir, de esos modos individuales de ver y sentir la vida. Cada filósofo interpretará a los hechos de acuerdo con su temperamento. Será su temperamento el que, más que sus premisas estrictamente racionales, alimentará su más íntima propensión.
Esta diferencia de temperamento se ha producido también en literatura, en arte, en política, en las costumbres y por supuesto, en la filosofía. En filosofía tenemos también un contraste entre el racionalista y el empirista: el primero ama a los principios eternos y abstractos, el segundo a los hechos en toda su ruda variedad. Caracteriza James del modo siguiente a estos dos tipos filosóficos: el racionalista (tender minded) es intelectualista, idealista, religioso, optimista, libre arbitrista, monista, dogmático; y el empirista (tough-minded) es sensacionista, materialista, irreligioso, pesimista, fatalista, pluralista, escéptico. (Como se ve este contraste repite el problema filosófico medieval de la pugna entre realistas y nominalistas). Sus mutuos juicios son al modo de las diferencias que se suscitan cuando un turista de Boston se mezcla con gente de una tribu de Cripple Creek. La mayoría de nosotros, estima James, aspira a las cosas buenas de uno y otro lado.
Del mismo modo que el pueblo norteamericano en su formación histórica, étnica, [25] abrió sus puertas y puertos a todos los pueblos y aceptó variadas y diversas inmigraciones, así también la filosofía norteamericana en formación, dice por boca de James: «Los hechos ¿no han de ser buenos los hechos? Dadnos, pues, hechos. Los principios también son buenos, dadnos, pues principios también». Se aceptaban todos los materiales para arquitecturar al pensamiento norteamericano. Ya se vería luego en la práctica los que resultarían buenos.
Hace James una fina disección de las tendencias espirituales que animan a sus contemporáneos. «Nunca hubo –dice– tanta mentalidad decididamente empiricista como en la actualidad. A pesar de lo cual nuestra estima por los hechos no ha neutralizado en nosotros toda religiosidad. Nuestro temperamento científico se halla ungido y urgido por cierta devoción. (Aquí James hace veladamente una confesión autobiográfica. Aquí aparecen las dos líneas o corrientes que informan su actitud, su pensamiento: por una parte el cientificismo y realismo de Agassiz, su profesor; por otra parte la religiosidad de su padre Henry James. Una situación filosófica semejante se da en nuestro Luz y Caballero cuyo pensamiento se integra en parte por la formación juvenil religiosa y en parte por su extenso conocimiento de la física, química e historia natural).
Ahora se plantea James su problema principal. Si un hombre de este tipo –de tendencia empírica y fondo religioso– se hace amante de la filosofía, ¿qué habrá que hacer? y se responde: ¡Pedirá hechos! ¡Pedirá ciencia!, pero también pedirá una religión.
Ahora bien, se pregunta James, ¿qué géneros de filosofía se ofrecen actualmente para satisfacer tales necesidades? (Nótese ya en la raíz utilitaria de esta pregunta el sesgo que va a tener la filosofía de James, que brota de esa pregunta, de esa raíz. Se busca una filosofía que satisfaga a nuestras necesidades, una filosofía que sea útil, que nos convenga, que se ajuste a nosotros. Aquí se busca a la filosofía como se busca un traje que venga bien, que ajuste a uno. No interesa lo que sea la realidad, sino lo que sean nuestras vidas. Se considera a la filosofía como un instrumento para la felicidad humana. Se nota la presencia del utilitarismo anglosajón, y se explica ahora la dedicatoria del libro a Stuart Mill)
Para preparar la respuesta a tan importante pregunta, expone James el actual dilema de la filosofía. «Hay por un lado –dice– una filosofía empírica que no es bastante religiosa, y por otro lado, una filosofía religiosa que no es lo bastante empírica para nuestro propósito. Vemos al empirismo unido a la irreligión y por otra parte, la filosofía racionalista se mantiene apartada de todo contacto definido con los hechos concretos, las alegrías y las tristezas».
En este punto aparece la solución de James con el ofrecimiento de una filosofía que puede satisfacer ambas exigencias, filosofía, que lleva el nombre de Pragmatismo –nombre nuevo para antiguos modos de pensar–. «Puede ser religiosa como el racionalismo(?) –dice James– al propio tiempo, como al empirismo, le es dado conservar un más íntimo contacto con los hechos». Trata a la religión y a los hechos con análoga cordialidad.
El significado del pragmatismo: historia y método
El pragmatismo, en primer lugar, fiel a ese origen conciliador, ecléctico, cumple el objeto de apaciguar las disputas metafísicas que de otro modo serían interminables. Se discute si el mundo es uno o múltiple, libre o fatalista, material o espiritual. Esas nociones pueden o no adaptarse al mundo; y las discusiones sobre tales cuestiones son interminables.
El método pragmático consiste en tales casos en tratar de interpretar cada noción trazando sus consecuencias prácticas respectivas. ¿Se deducen diferencias prácticas de que sea cierta tal noción y no la otra? Si hay diferencias prácticas, esas consecuencias prácticas constituirán el significado de la noción; si no hay consecuencias prácticas, significando las alternativas prácticamente la misma cosa, toda disputa es vana.
El método pragmatista surgió en un artículo de Charles Sanders Pierce, publicado en 1878 y titulado: «How to make our ideas clear». Dice Pierce que hay muchas ideas y términos con los que están relacionados nuestras creencias, tales como «fuerza», «libre voluntad», «Dios», etc., los cuales no tienen un significado pictórico, gráfico, imaginario, concebible. ¿Cómo saber el significado de tales términos? Pierce responde: el significado de las ideas que no tienen imágenes, plasticidad, graficidad, puede ser descubierto –caso de tener significado– en los efectos y consecuencias prácticas a que conducen. Nosotros no tenemos idea gráfica, imagen de la electricidad. Sin embargo, sabemos como se comporta la electricidad. Electricidad es lo que la electricidad hace. Otro ejemplo. Queremos aclararnos el significado de la idea de «peso». Decir que un cuerpo es pesado, que pesa, significa simplemente que, en ausencia de fuerzas opuestas, tenderá a caer. Esta es la concepción del peso.
Este método nos quita muchos problemas y rompecabezas inútiles, cómo saber lo que es el peso en sí. o la electricidad en sí, o la fuerza, o Dios. Consideremos los efectos de esos términos o ideas. [26] Si dos ideas tienen los mismos efectos, tienen el mismo significado, aunque tengan diferentes nombres.
Para Pierce la mera definición verbal de los términos es insuficiente; hay que apelar a los hechos resultantes, porque la definición debe capacitarnos para experimentar, verificar en la acción, en la práctica lo que significa el término.
¡Imaginemos los beneficios incalculables del método pragmático si aplicamos su rigor al significado de palabras tan usadas como democracia, libertad, patria, honor, dignidad, etc.!
Resumiendo el método pragmático: para hallar el significado de una idea debemos examinar las consecuencias a que lleva en la acción. La concepción de los efectos y consecuencias de una idea es la concepción de su significado. Si no seguimos este método, la discusión será interminable e infructuosa. (Este método, implica desde luego, la creencia de que ,toda idea o noción se traduce en hechos, en experiencia).
Este principio o método de Pierce es también –dice James– el principio metodológico del pragmatismo. Sorprende advertir cuántas discusiones filosóficas perderían su significado en cuanto se les sometiera a este método. Para James las cuestiones de verdades abstractas se traducen en diferencias en los hechos concretos y en la conducta de cada cual.
Precisamente para James toda función de la filosofía debe enderezarse a hallar las definidas diferencias que serían suscitadas en cada uno de nosotros, en momentos concretos y definidos de nuestra vida, si fuera cierta ésta o aquélla fórmula del mundo.
Para la metafísica, los nombres tales como el Ser, Dios, Materia, Razón, Absoluto, Energía, son nombres claves que quien los posee, como sucede en la magia, posee también la clave, el secreto y la solución del Universo. Una vez en posesión de esos nombres trascendentales, se puede descansar y ya se está al cabo de la pesquisa metafísica.
Pero para el pragmatismo cada palabra no es una solución o meta de la pesquisa filosófica, sino un programa de trabajo, de verificación. Para el método pragmático, pues, ya no cabe considerar a ninguna de dichas palabras como finalizantes de la pesquisa, de la búsqueda filosófica; habrá que obtenerse en cada palabra su valor práctico a caja, su «cash-value». Cada palabra es menos una solución que un programa de trabajo, de verificación. Así las teorías se hacen instrumentos y no soluciones de los enigmas.
El pragmatismo conviene con el utilitarismo en hacer hincapié sobre los aspectos prácticos; con el nominalismo en apelar siempre a los particulares, a la experiencia; con el positivismo en su desdén por las cuestiones inútiles y las abstracciones de la metafísica y su apego a los hechos.

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