FILOSOFIA Y LOGICA UPT
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Se puede engañar a todo un pueblo durante algun tiempo. Se puede engañar a una parte del pueblo durante todo el tiempo. Pero, lo que no es posible hacer, es engañar a todo el pueblo todo el tiempo...


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Fe cristiana y reflexión filosófica

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1Fe cristiana y reflexión filosófica Empty Fe cristiana y reflexión filosófica Vie 4 Sep 2015 - 18:58

HERACLITO



Por «filosofía» entendemos, como se hace comúnmente, un esfuerzo de reflexión sistemática y racional sobre el sentido global de la existencia humana y del mundo que nos rodea. La filosofía es, pues, en primer lugar, un «esfuerzo», un proyecto jamás enteramente realizado; como lo indica su etimología, es amor de la sabiduría y no sabiduría definitivamente acabada. Luego es un esfuerzo de «reflexión»; su cometido es examinar de nuevo la experiencia común o los resultados de la cultura y de la ciencia a fin de aclararlos determinando, tanto cuanto sea posible, su sentido y su alcance últimos, velados aún en el nivel de la práctica corriente. Esta reflexión será «sistemática», no se contentará con consideraciones inconexas, sino que buscará una totalidad organizada y coherente, en la medida en que la materia estudiada se preste a ello. Esta reflexión será también «racional», no le bastará con intuiciones gratuitas, y no fundadas, por geniales que puedan a veces ser, ni se apoyará, sin más, sobre la autoridad de una revelación religiosa, por elevada que sea; sino que intentará dar cuenta de lo que afirma recurriendo a las luces naturales del entendimiento humano en su discursividad metódica. La filosofía es, finalmente, un esfuerzo de reflexión sistemática y racional sobre el «sentido global» de la existencia humana y del mundo que nos rodea. A diferencia de las ciencias humanas (psicología, lingüística, sociología, etc) o de las ciencias naturales (física, química, biología, etc), la filosofía no se limita a un aspecto determinado del hombre ni a una porción o estratificación determinada de su mundo, se aplica más bien al sentido global del hombre y del universo histórico y natural en el que él se sitúa.

La búsqueda de una armonía entre fe y filosofía.

Esta actitud positiva de reconciliación está representada desde el siglo II por San Justino en las Apologías que dirige a los paganos para justificar la fe cristiana. Justino ha tenido la gran suerte de ser un convertido que, antes de su adhesión al cristianismo, ha frecuentado asiduamente la filosofía estoica, aristotélica y platónica y, a pesar de su decepción, ha conservado una profunda estima por ciertos puntos de vista de la filosofía pagana. Al descubrir en la fe cristiana la única filosofía totalmente verdadera y provechosa, se vio existencialmente obligado a buscar una armonía entre sus dos patrias espirituales y a tender un puente entre la fe y la cultura filosófica pagana. Así es como, en su esfuerzo por acreditar el cristianismo ante los paganos, hará resaltar los puntos de convergencia entre la enseñanza de la Iglesia y las doctrinas filosóficas griegas, especialmente las de Platón. Para explicar esta convergencia positiva, a despecho de las oposiciones irreductibles, Justino recurre esencialmente a un argumento teológico y metafísico de gran peso: la preexistencia del Verbo afirmada por San Juan en su Prólogo. Es verdad que sólo en Jesús ha aparecido en plenitud «el Verbo que ilumina a todo hombre que viene a este mundo»; sin embargo, una semilla del Verbo eterno estaba ya presente en la razón del hombre desde antes de la encarnación del Logos, y así, iluminados por el Verbo preexistente, los filósofos, en la medida de su docilidad a la Verdad, han podido entrever, de antemano, algo de la revelación cristiana. A título secundario, Justino intenta también basar este universalismo cristiano en un argumento histórico, en verdad mucho menos consistente: los filósofos paganos, especialmente Platón, habrían sacado del Antiguo Testamento muchas de sus proposiciones verídicas. Sea lo que sea de este argumento, retendremos, como actitud típica, la voluntad de Justino de buscar, siempre que sea posible, una armonía entre la fe y la filosofía.

Esta búsqueda se intensificará en Clemente de Alejandría que, más aún que Justino, estuvo vivamente convencido de que la Iglesia no podía cumplir su misión de educadora de la humanidad si no integraba los valores positivos de la razón filosófica. Clemente concedió así derecho de ciudadanía dentro de la Iglesia a la teología especulativa, demostrando que la ciencia profana y la fe pueden cooperar a la irradiación de la única verdad del Logos. Es sobre todo en su obra Stromata, donde Clemente, apoyándose como Justino en la doctrina del Verbo, propone la elaboración de una verdadera gnosis cristiana, no de la gnosis orgullosa y esotérica de los herejes, sino del auténtico conocimiento, que consiste en la inteligencia espiritual de la revelación del Verbo contenida en Cristo y en la Escritura. Por esta búsqueda de una armonía positiva y explícita entre la fe (pistis) y el conocimiento (gnosis), Clemente se distingue notablemente de su contemporáneo, Ireneo de Lyon. Este, apegado únicamente a la predicación apostólica, no veía en la cultura pagana sino peligros y amenazas, mientras que Clemente, más audaz aún que Justino, llegará hasta considerar la filosofía pagana como una especie de segundo «Antiguo Testamento» que, casi como el Antiguo Testamento judío, ha preparado en los griegos el advenimiento de la plena verdad cristiana y que, incluso después de la encarnación del Logos, sigue siendo de gran valor para los cristianos preocupados por profundizar en el conocimiento de su fe. «Dios, en efecto, escribe, es la causa de todas las cosas bellas, pero de algunas de una manera esencial, como del Antiguo y del Nuevo Testamento; de otras secundariamente, como de la filosofía. Y quizás ésta ha sido dada fundamentalmente a los griegos, antes que el Señor los llamara también: pues ella conducía a los griegos hacia Cristo como la Ley a los Hebreos. Y, todavía ahora, la filosofía es una preparación que orienta a aquel que es perfeccionado por Cristo» (Stromata, 1,5,28).

Siguiendo las huellas de pensadores como Justino y Clemente, llegará a desarrollarse la comprensión católica del célebre adagio fides quaerens intellectum: la fe es un don de Dios, pero, en su esfuerzo por comprenderse a sí misma, recurre legítimamente a las luces de la razón filosófica. Como veremos en seguida, esta posición fue canonizada por Tomás de Aquino en el siglo XIII y, hoy todavía, define la actitud católica en la materia.

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