FILOSOFIA Y LOGICA UPT
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Se puede engañar a todo un pueblo durante algun tiempo. Se puede engañar a una parte del pueblo durante todo el tiempo. Pero, lo que no es posible hacer, es engañar a todo el pueblo todo el tiempo...


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LA LIBERTAD Y EL ABURRIMIENTO

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1LA LIBERTAD Y EL ABURRIMIENTO  Empty LA LIBERTAD Y EL ABURRIMIENTO Vie 4 Sep 2015 - 20:30

HERACLITO



La multiplicación del tiempo libre es uno de los cambios culturales más importantes de este siglo en los países desarrollados. Los espacios de tiempo libre, o, por usar el título de la famosa novela de Ishiguro, "Los restos del día", han crecido y se han convertido en la parte principal de la vida de muchos millones de personas. A veces, se crea una contraposición: por un lado está el tiempo dedicado al trabajo y a las obligaciones; por otro, los tiempos libres. Lo primero se soporta, y se vive como una esclavitud. En cambio, los tiempos de ocio son considerados como la verdadera vida, donde se espera la realización personal. Así se crea un juego de expectativas e insatisfacciones, de lo que es una muestra la llamada "neurosis del fin de semana".

Los grandes filósofos griegos -Sócrates, Platón, Aristóteles- consideraban el ocio, junto con la política, como la actividad fundamental de los hombres libres. Pero entendían que debía dedicarse al cultivo de la contemplación filosófica. Esta concepción, que ya entonces resultaba elitista, está, desde luego, muy lejana a nuestra experiencia cultural. Una cultura basada en el consumo se muestra incapaz de dar otras respuestas masivas que no sean las del entretenimiento y la evasión.

Ante la creciente demanda, la industria ha reaccionado proponiendo nuevas ofertas (turismo, juego, deporte, espectáculos), a lo que hay que añadir las posibilidades inmensas y todavía apenas exploradas de la realidad virtual (videojuegos). Las medias de consumo de televisión oscilan entre tres y cinco horas diarias en los países industrializados. Además del efecto de irrealidad (acostumbrarse a vivir en un contexto irreal), todos los entretenimientos tienden necesariamente a un rendimiento decreciente y acaban cansando. Esto provoca la búsqueda de emociones más fuertes, especialmente entre los jóvenes y tiene también efectos negativos: aumento de "Kamikazes" y juegos de riesgo, evasión dura (nuevas drogas) y opciones radicales, que son más emocionantes que las normales. Frente a la oferta de evasiones, la vida cotidiana y normal puede parecer anodina y sin interés.

Así, el tiempo libre se ha convertido en una victoria y también en un problema. El aburrimiento, síntoma del vacío existencial, se ha convertido en la enfermedad colectiva de la cultura occidental, como señaló el gran psiquiatra vienés Viktor Frankl. Esta cultura que ha sido capaz de superar los graves límites de la necesidad, tropieza con la amenaza del aburrimiento, porque no tiene respuestas sobre el sentido de la libertad. Es curioso, por ejemplo, el desgaste del concepto de eternidad. Desde su experiencia vital, muchos miran con recelo un tiempo sin límite, y algunos como una tortura, porque no conciben cómo evitar el aburrimiento. No les apetece ser eternos, porque no sabrían qué hacer para entretenerse.

Nunca tantas personas han podido disponer en tanta medida de sí mismas. Nunca ha existido, para tanta gente, un espacio real tan amplio para el ejercicio de su libertad, en las grandes elecciones de la vida (profesión, vivienda, matrimonio), y en el empleo concreto de su tiempo. Pero esto reclama criterios sobre el sentido de la libertad. La tradición liberal no puede darlos porque no quiere tener una respuesta. sobre el sentido de la vida humana. En cierto modo, piensa que, si existiera una respuesta verdadera, limitaría la libertad. Sólo se ocupa de defender los aspectos formales y externos de la libertad, especialmente las libertades políticas. El sentido de la libertad personal hay que obtenerlo de otras fuentes.


Un mensaje sapiencial sobre el sentido de la libertad

Por un lado, podemos acudir a las tradiciones de sabiduría, que existen en todas las culturas. Allí nos encontraríamos con un dato sorprendente y casi unánime: las tradiciones sapienciales de Oriente y de Occidente afirman que el hombre, en primer lugar, debe ser libre ante sus deseos. Ésta es la primera dimensión de la libertad: la libertad interior. Saben que, en el interior del hombre, hay fuerzas centrífugas y solicitaciones opuestas. Conocen la agitación de las pasiones y tienen experiencia del daño que se hace a sí mismo y a los demás, el hombre que no sabe dominar sus impulsos.

Sin ascética, sin la práctica del dominio de sí, el espíritu humano apenas puede manifestarse y desarrollarse normalmente. Resulta sorprendente que este principio tan importante de la sabiduría universal se haya evaporado prácticamente de nuestra cultura. La historia moderna de la reclamación de las libertades parece haber olvidado prácticamente las condiciones internas de la libertad, que sin embargo, estaban presentes en sus inicios.

En medio de una cultura de la abundancia, cada vez más preocupada por la salud y por el cultivo de lo corporal (ejercicio físico, deporte, danza) para mantenerse en forma, prolongar la vida y conseguir un cuerpo bello, hay que recordar que el espíritu también necesita ejercicio para mantenerse sano. Sin ascética no hay virtud, y sin virtud, no hay libertad.

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