Una revolución en las costumbres. Vivimos en una "civilización del ocio". La llamada "neurosis del fin de semana". El aburrimiento existencial y la respuesta cristiana. La libertad de darse.
Nuevos espacios de libertad
El extraordinario desarrollo de las ciencias y de las técnicas a lo largo del siglo XX ha creado nuevos espacios de libertad. Nunca ha existido tal dominio sobre la materia. Las nuevas técnicas de explotación, inspiradas por la ciencia y estimuladas por el comercio, han permitido multiplicar la producción y cubrir sobradamente las necesidades materiales de la sociedad. Jamás han estado las sociedades occidentales tan liberadas de los agobios de la necesidad. Aunque no estén a salvo de las sorpresas de la biología (como hemos podido ver con el SIDA), ni de las grandes catástrofes naturales, que periódicamente se producen.
Debido al uso masivo de maquinaria, la productividad de un trabajador actual es equivalente a la de docenas de trabajadores del siglo XIX y quizá a la de cientos de la Edad Media. En condiciones normales, un trabajador del campo actual puede cosechar en pocas horas y cómodamente una inmensa extensión que antes habrían cosechado varias docenas de trabajadores trabajando de sol a sol. Y además, la productividad del terreno es mucho mayor por el mejoramiento de las técnicas de roturado, de abono, de previsión y combate de las plagas. Y lo mismo sucede en todos los sectores de la industria: unos pocos empleados en una fábrica textil consiguen producir la misma cantidad de tela que cientos de antiguos telares artesanos, donde consumían su vida tantas personas trenzando hilo tras hilo.
El inmenso crecimiento de la producción ha tenido un gran impacto social y cultural con efectos diversos: ha cambiado las formas de vida en muchos países, ha originado un grave problema ecológico y ha dado lugar también a tres fenómenos nuevos en la historia de la humanidad, que afectan directamente a la libertad.
Nuevos espacios de libertad
El extraordinario desarrollo de las ciencias y de las técnicas a lo largo del siglo XX ha creado nuevos espacios de libertad. Nunca ha existido tal dominio sobre la materia. Las nuevas técnicas de explotación, inspiradas por la ciencia y estimuladas por el comercio, han permitido multiplicar la producción y cubrir sobradamente las necesidades materiales de la sociedad. Jamás han estado las sociedades occidentales tan liberadas de los agobios de la necesidad. Aunque no estén a salvo de las sorpresas de la biología (como hemos podido ver con el SIDA), ni de las grandes catástrofes naturales, que periódicamente se producen.
Debido al uso masivo de maquinaria, la productividad de un trabajador actual es equivalente a la de docenas de trabajadores del siglo XIX y quizá a la de cientos de la Edad Media. En condiciones normales, un trabajador del campo actual puede cosechar en pocas horas y cómodamente una inmensa extensión que antes habrían cosechado varias docenas de trabajadores trabajando de sol a sol. Y además, la productividad del terreno es mucho mayor por el mejoramiento de las técnicas de roturado, de abono, de previsión y combate de las plagas. Y lo mismo sucede en todos los sectores de la industria: unos pocos empleados en una fábrica textil consiguen producir la misma cantidad de tela que cientos de antiguos telares artesanos, donde consumían su vida tantas personas trenzando hilo tras hilo.
El inmenso crecimiento de la producción ha tenido un gran impacto social y cultural con efectos diversos: ha cambiado las formas de vida en muchos países, ha originado un grave problema ecológico y ha dado lugar también a tres fenómenos nuevos en la historia de la humanidad, que afectan directamente a la libertad.