Desde luego, esta pregunta, para tener una contestación completa, habría de ser conectada a muchas variables. No es de presumir que el hombre se considere y se comporte en todas partes igual, o que todos los hombres tengan la misma conciencia de sí mismos. Por eso debemos concretar algo más: ¿qué le pasa al hombre en la situación presente entendida como fase terminal de la Edad Moderna?
Evidentemente hay gente no influida por la Edad Moderna, o sólo de una manera relativa, parcial. Muchos pueblos han entrado en contacto con la cultura occidental hace poco y hasta entonces seguían un camino distinto del emprendido por los pueblos protagonistas -y, a la vez, afectados por las consecuencias- de la tremenda dispersión dinámica suscitada en Occidente en los últimos siglos. Incluso dentro de las áreas occidentales es oportuno destacar diferencias. Hay unas más vinculadas, otras menos al movimiento de ideas y a los problemas que se van sucediendo y acumulando en Europa. En suma, no sería correcto entender a todos los hombres, ni a todo en el hombre, definidos estrictamente así: como inmersos en la situación actual en función de la moderna historia de Occidente.
Hechas estas sumarias precisiones, es posible afrontar la pregunta: ¿cuál es la interpretación del hombre, interpretación y también auto interpretación, que constituye el punto de llegada de la moderna trayectoria occidental?. Esta pregunta ha sido contestada en parte al tratar de los reduccionismos. Ahora vamos a ocuparnos del pensamiento, la voluntad y los sentimientos, es decir, de lo propiamente específico en el hombre. Los reduccionismos, en efecto, son un corolario y una abdicación.
Evidentemente hay gente no influida por la Edad Moderna, o sólo de una manera relativa, parcial. Muchos pueblos han entrado en contacto con la cultura occidental hace poco y hasta entonces seguían un camino distinto del emprendido por los pueblos protagonistas -y, a la vez, afectados por las consecuencias- de la tremenda dispersión dinámica suscitada en Occidente en los últimos siglos. Incluso dentro de las áreas occidentales es oportuno destacar diferencias. Hay unas más vinculadas, otras menos al movimiento de ideas y a los problemas que se van sucediendo y acumulando en Europa. En suma, no sería correcto entender a todos los hombres, ni a todo en el hombre, definidos estrictamente así: como inmersos en la situación actual en función de la moderna historia de Occidente.
Hechas estas sumarias precisiones, es posible afrontar la pregunta: ¿cuál es la interpretación del hombre, interpretación y también auto interpretación, que constituye el punto de llegada de la moderna trayectoria occidental?. Esta pregunta ha sido contestada en parte al tratar de los reduccionismos. Ahora vamos a ocuparnos del pensamiento, la voluntad y los sentimientos, es decir, de lo propiamente específico en el hombre. Los reduccionismos, en efecto, son un corolario y una abdicación.