El paradigma de la competitividad ha permeado todos los espacios del desarrollo nacional y se presenta como la opción ideal para el progreso y modernización, tanto de las organizaciones como de las naciones.
La mayoría de los estudiosos de las ciencias administrativas y políticas han adoptado a este paradigma como “la panacea,” como una obsesión que la propia modernidad demanda y para lo cual debemos trabajar, participando en una especie de maratón interminable. ¡Competitividad o muerte! es el nuevo eslogan que guía hoy a las sociedades modernas y globalizadas.
Esto a mi parecer, ha generado una mayor desigualdad social y una más alta concentración de la riqueza en pocas manos. Se concluye que, como hoy se concibe, la competitividad no beneficia a las naciones ni a su gente, sólo al capital nacional e internacional, por lo que habrá que buscar un nuevo concepto que se oriente al desarrollo humano y el mejoramiento de la calidad de vida de la gente. En este sentido, el trabajo pretende provocar el debate y las reflexiones maduras sobre este nuevo constructo de la modernidad.